3 de abril de 2013

Cuando todos me pregunten por qué disparé

Las sábanas percudidas con tu propia miseria e impregnadas con tu olor a transpiración. La desidia de los últimos días había logrado que sintieras asco de vos mismo.
Vos, el mismo que tanto habías vociferado haberse empezado a querer más, a valorarse sobre la opinión de los otros, a confiar en sus ideales y proyectos.

Estabas ahí tirado en esa cama como un vago más que le teme al sistema y no se anima a avanzar.

Con cientos de botellas vacías y platos sucios desperdigados por el piso alrededor, como fieles pruebas y testigos de esto que digo. Con toda tu familia y todos esos amigos que pasaban a ver tu decadencia, coincidiendo en la sensación de que te estabas desperdiciando.
Sin razón comprensible ni motivo a la vista. 

Ya las palabras habían abandonado el positivismo y el incentivo, convirtiéndose en un consuelo amargo y absolutista. 
La perfección de tu jóven rostro había tomado un color opaco y apagado, tu piel pedía clemencia ante cada caricia. La suavidad de tus gestos se había endurecido, el brillo en tus ojos, perdido por completo.

Por eso ¿para que te queríamos vivo, si hacía tiempo que querías estar muerto?

CS.

1 comentario :

  1. Me atrapó como la descabellada idea de querer quitarle la vida a una persona se vuelve totalmente comprensible. Cómo uno logra, a través de lo descrito, empatizarse con el victimario y lo convierte en su propia víctima.

    Hermoso, Cris, como siempre.
    Mis felicitaciones una vez más.

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