19 de octubre de 2011

Tardía

Conmovido por los acordes de una guitarra que escuché al venir caminando a casa desde el trabajo, fue que imaginé como te recibiría esa noche cuando llegaras. Y acto seguido a imaginar ese momento, sonreí.

No sé por qué habrán provocado las notas de esa canción, en esa calle silenciosa, en esos pasos que duró mi audición respecto de su cercanía, esa sensación en mí. 
Vaya a saber uno de que ventana salieron, que manos las reprodujeron, que alma las creó, que musa las inspiró. No sé. 

Tan solo sé que los segundos en que esas notas se metieron por mis oídos y recorrieron mi interior, me hicieron pensar en vos. En vos y también en ese abrazo que no todas las noches recuerdo darte, en ese beso que a veces me sale un poco frío, en esas palabras con las que te recibo y que no siempre son la mejor bienvenida.

Quizás era la canción con la que nos conocimos, esa que me nombras siempre y no recuerdo ni el ritmo. Quizás era la canción de algún momento de mi infancia. Quizás era una de esas canciones que pasan en las películas que nunca termino de ver por quedarme dormido. Quizás ni siquiera era una canción.

No importó, tras haberla escuchado apuré el paso las cuadras que me faltaban. Como para que los dos o tres minutos que pudiera ahorrar de caminata, me sirvieran para acrecentar la sorpresa que había imaginado. Creo que, hasta caminé sonriendo sin figurarme siquiera qué pudiera pensar la gente...

Cuanta felicidad que me habían dado esa canción, esos acordes, esas notas. Cuanta esperanza, cuanta necesidad de revivir lo que un poco habíamos perdido. Cuanto empuje para romper un poquito la rutina. Cuanto calor sentimental para compartir, cuanto arte para describir al oído.
Cuanta satisfacción.

Que sorpresa llegar a casa y encontrar sobre la mesa, tu carta de despedida.

—Que tarde que llegó esa canción.

CS.

1 comentario :

  1. Celebro tu vuelta a la ficción, y con algo que ambos disfrutamos: la MÚSICA. ¿Qué sería sin ella de nuestras vidas? Es la que puede levantarnos de un ánimo que se arrastra por el piso, y la misma que puede hacernos caer mucho más, siendo aún conscientes que lo estamos haciendo...
    Es inevitable relacionar una canción con esa persona, la que tantas felicidades nos dio y tantos dolores de cabeza nos provocó. Pero aún así, una mueca de sonrisa soltamos de nuestras caras cuando esa canción suena... y no la recordamos con rencor, sino todo lo contrario. Nos rememora una etapa de nuestras vidas en la cual nos creíamos Rey del mundo y nadie podía detenernos... hasta que algo más fuerte lo hizo.
    Pero vendrán nuevas canciones y nuevas personas a quien dedicárselas, que nos hagan retomar ese trono y llegar bien arriba, más allá de las estrellas...

    DV.

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