28 de agosto de 2012

Espejismo

El viento azotaba mi cara como le venía en gana. Ya no daba más de caminar, pero casi estaba llegando.

A no más de unos cientos de metros avistaba tu figura (ni la distancia más grande podía con mi percepción cuando se trataba de reconocerte).

Estaba sediento, estaba hambriento, estaba sucio y también creo que un poco enfermo. Y ni aún así encontraba un solo motivo que me pudiera detener ahora que te estaba viendo otra vez. 
Juro que si mis piernas hubieran reaccionado conforme las acciones que mi cerebro les dictaba, habría echado a correr para abrazarte. Más no valía la pena agotar cada insignificante porción de la poca fuerza que me quedaba en una última corrida.

Estabas ahí, después de tantos años.

—Ven a mí amor. Ayúdame siquiera acortándome unos pasos, que el desierto ha hecho estragos suficientes como para ponerme a pensar que no sientes ansiedad alguna de volver a sentir mis brazos. 
—Ven a mi amor. No desaparezcas como las anteriores veces que creí volverte a ver...

CS.

2 comentarios :