5 de febrero de 2013

El pianista

Temblorosos quedaban su talento y sus sueños, pendiéndo en el abismo de ese propio olvido que la enfermedad lo iba obligando a padecer. 
Tantos años haciendo lo que sabía hacer que ya no sabía desde cuando lo hacía con precisión. Tantos años dejando a su cuerpo fluír a través de una melodía para que todo termine marchitándose en el más crudo silencio.

Cada tanto levantaba una de sus manos para que se le viniera un recuerdo a la cabeza. Gracias a ese bicho que tenía dentro, no venían solos.
Recordaba como sonreían sus primeros nietos, a esos que sí llegó a disfrutar, cuando tocaba esas canciones que descontracturaban toda su reputación. Vaya que valía hacerlo por aquellas sonrisas.
A veces ese vistazo a sus entumecidos y pálidos dedos, le traía a la mente las veces que hizo de anfitrión en las reuniones familiares, cómo cuando niño deseaba que los días fueran todos un domingo o que los domingos llegaran día por medio, aunque fuera para tocar una vieja tarantela que no gustara de volver a escuchar jamás. 
Los cumpleaños de la iaia, deleitándola con una de sus románticas preferidas o aquella velada de mayo en que conoció a esa encantadora pelirroja que lo acompañaría de ahí en más, a recorrer el mundo en una canción.

Toda una historia presa, a punto de ser ejecutada en un olvido fatal al que el destino, le determinaba a sucumbir. Montones de sensaciones por compartir atrapadas en esos dedos que ya no respondían a lo que el corazón transmitía percusionando con latidos intensos sobre el pecho.
Un montón de ganas de no morir así...

Por eso decidió que así no sería. La enfermedad no le quitaría también su última oportunidad. En unos días ya ni podría andar y lo cierto es que nada perdía con intentarlo de nuevo. 

Levantóse de la cama como pudo, tratando de no asquearse con la pronunciación cadavérica de sus rodillas, tomando apoyo de todos los muebles alrededor.

Mientras caminaba su cabeza no paraba de pensar. Las ideas se alborotaban entre ellas pero nunca obnubilando la razón, ni esta perdiendo el objetivo.
Hacía tanto que no sentía una ilusión por obtener algo, que ningún pico de presión iba a impedirlo.
Poco a poco y con paso suave, pero no así temeroso, llegó donde el piano y luego de minutos de escrutinio nostálgico y también un par de lágrimas, volvió a tocar.

Fue como si su cuerpo de repente se inundara en medicina, sus músculos y sus huesos, fluían de tal manera que nada parecía doler. Estaba seguro de que el tiempo habíase detenido en el instante en que hizo sonar la primera nota y que estaba desde entonces viviendo un sueño en la realidad. 
Tocó y tocó, y siguió tanto como pudo, sabiendo a cada movimiento que sería la última vez.

Tan solo se dejó llevar por lo que su cuerpo quiso que esa melodía fuera y todo lo que esa melodía quiso que su cuerpo le dé.

Marco, tu padre se ha ido durmiendo.
No mamá, estoy seguro de que el se fué en una canción.

CS.

1 comentario :

  1. Ahh la pasión, increíble sentimiento que nos acompaña hasta el último de los días. No hay nada más placentero que poder hacer algo que nos apasiona, sentirlo, vivirlo. Quién pudiera entonces tener la pasión de vivir.

    Saludos!

    ResponderEliminar