11 de febrero de 2013

La pared

Pondré la cama contra la pared, para al menos restar un costado por el cual tu ausencia pueda colarse a interrumpir mi sueño.
Me iré arrastrando hacia ella en arrumacos que calmen las voces en mi mente que gritan que salga corriendo a buscarte.

He de besar la pared, intentando recibir quizás de esa imagen que proyecto sobre ella con mis ansias de que estuvieras aquí, alguna reciprocidad. 
He de golpearla con todas las fuerzas que se descomprimen a través de mis músculos, al no conseguir más de lo que en los últimos tiempos, conseguí al mirarte así.

Han de sangrar mis puños y han de llorar mis ojos, mientras el dolor se vuelve físico y la procesión trata de mantenerse dentro.
Una gota de sangre y una lágrima salpican tu imagen en mi pared, percudiendo la perfección rutilante del escrutinio de tus ojos imaginarios.

Ni ficticiamente sé siquiera, como volver a mirarte sin que me duela.

Sin que me duelan los años que te dí, los besos que te compartí, la caricias que te hice sentir, las palabras que me anime a decirte. Sin que me pesen en los párpados la ingenuidad y la estupidez, de haber confiado ciegamente en lo que ahora creo ver frente a mi.
Sin que me espante el miedo a volver a salir y tener que erigir desde afuera las paredes de la fortaleza que hacen al hombre que fui, volviéndome a construir entero otra vez.

Dejando de ser uno los dos, de ser uno con la ausencia y de ser uno solo también.
Volviendo a ser uno, algún día, con las ganas de volver a sentir.

CS.

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