1 de septiembre de 2012

Comeback

La música empezaba a imponer de a poco su volumen y cubría todo alrededor con su fuerza. 
Nunca supe si mis ojos podían ver más allá de donde la música alcanzaba a sonar.

El conteo con palmadas sobre mis muslos era inminente, los vítores no se hacían desear. Solo unos pocos segundos me separaban de poner sobre este escenario los sueños que tanto cobijé durante años.

Ya preparaba mi mente para ver a mi madre y a mi hermano en primera fila sonriéndome, a ella llorando quizá. A mis amigas más al fondo (por impuntuales) levantando los brazos y gritando apodos de la infancia para que las pudiera reconocer. Al fantasma de cada uno de los enemigos enfrentados en el camino, en las mejores ubicaciones al centro, listos para envidiarme con gran comodidad.

La parte instrumental iba a acabar y el primer paso de una cantidad innumerable de movimientos coreografiados y todos ordenados en tiempo y espacio dentro de mi cabeza no tardaba en llegar.
El tambor casi imperceptible que me marcaba el ritmo a seguir, iba y venía de mi percepción. La cantante se alistaba junto al micrófono y avistaba si su reflector estaba en posición.
Mis compañeros de escena estaban tan concentrados como yo. Por más que levantase la mirada para chocar como en un brindis nuestras sensaciones compartidas, nada conseguiría.
El corazón empezaba a latir.
Los números del 1 al 8 se empezaban a repetir una y otra vez en mi cabeza, desplazando cualquier miedo de lugar. Mi cuerpo tomaba postura.
Mis músculos más recónditos sudaban. Mis nervios más ajenos se alteraban. Mi ansiedad no resuelta parecía desfallecer. 

Y uno, dos, tres... El golpe musical dio el puntapié de energía que necesitaba y el baile comenzó a ser una realidad.

La realidad comenzaba a soñar ser eterna, 3 minutos después.
CS.

1 comentario :

  1. Tenés la particularidad de hacer que el lector sienta que están relatando un recuerdo propio y no una historia tuya.
    O al menos eso me pasa a mí.
    Siempre te leo, Cris.
    Un beso.
    Lu.

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