1 de mayo de 2013

Hasta nunca

El repicar de los tacos de Guillermina sobre el mármol de aquél juzgado anunciáronle por anticipado a Marcos que la última batalla daba comienzo. Y al verla de pie frente a él, no pudo no recordar el día que la conoció.

Nada quedaba de aquella jovencita inocentona que lo atropelló con insultos porque la había piropeado grotescamente. Ese fuego se había extinguido con los años.
Tampoco para ella fue posible remitirse en la mirada y los gestos de ese hombre, que más de una vez supo cobijarla en el sueño de una vida entera juntos, a aquella humildad y picardía que tanto la habían conquistado.
Eran dos extraños.
Y los insultos que se propinaron y las excusas que le dieron al juez, ni bien este les dio palabra, daban cuenta de ello al resto de los humanos que los acompañaban en la sala.

Toda la ambición de progreso con la que empezaron en el departamento prestado de un amigo, cuando su primogénito los agarro de sorpresa, fue devorada por la avaricia y el egoísmo que, cuando lograron hacer de sus profesiones un éxito, les jugó a contramano.
Los tiempos del mundo aplastaron por completo esos ratitos que quedaron los domingos para dormir juntos una siesta o ver una película y terminarla con mimos.
El deseo murió primero.
Y de tantas rutinas haciendo a la rutina fue imposible evitar que se les traspapelara la monogamia.

Por eso la gente empezó a hablar, a alejarlos de sus círculos. A hacerlos carne de cañón hablando por lo bajo cuando los veían entrar o salir a deshoras.
Y toda esa comodidad que les daba seguir juntos para el resto, empezó a darles escarmiento, quebrando la falsa paciencia que se tenían.

Los adornos se fueron rompiendo tras las peleas, las mascotas se perdieron ni bien pudieron escaparse y los hijos se fueron yendo ni bien crecieron. De repente les quedó una casa vacía, cortes por lo sano que implementar y un devastador silencio.

Razones irrefutables, culpas que no admitían. Gritos y más gritos y ruidos de llaves nerviosas sobre la mesa.
La reunión llegaba a su fín y completamente divorciados pero inconformes como siempre, ni se despedían.
Otro final abierto.

CS.

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