5 de junio de 2013

Juego de virgos

Jugaba con sentimientos entre sus manos como quien lo hace con el agua en verano. Perdía tiempo troquelando fotografías sobre un panel de corcho ubicado a contraluz en una de las paredes de su cuarto, uniendo con flechas los nombres de los tocados.

Los tocados eran aquellos que habían pasado por su cama y que por inexperiencia en el ámbito se habían enamorado. 
—El amor que llegaba detrás de un par de polvos seguidos. La calentura que se desvanecía más rápido de lo que había llegado.
Pero no podía evitarlo, le encantaban los vírgenes. Lo emponderaban en lo más profundo de su morbo siniestro. 

Y como, quizás el único casanova con culpa del planeta, la tarea consistía en tratar de juntarlos: "Tomás quedaría genial con Carlos y a su vez Carlos sería perfecto para Pablo. Y ni hablar de la espectacular pareja que harían Pablo y Agustín".

Parecía absurdo, pero había funcionado. No es que sintiera además de todo el ego que ya lo invadía tras haberse llevado a tantos a su entrepierna, que su pene fuera la flecha misma de Cupido, pero no había encontrado mejor divertimento para sus ratos libres y había gastado en aquellos círculos viciosos de fluídos y emociones mucho tiempo, como para no darse crédito alguno. Dejaba mensajes, creaba perfiles falsos, citaba encuentros, proyectaba resultados y por sobre todo, no dejaba rastros. Pues, nadie podía saber que él era un factor en común. Un punto de inflexión preexistente.
Un tercero de por vida en las sábanas, que no haría al juego bien ganado.

Porque por más que no conciliara ni encontrara a nadie que lo convenciera de convertirse a la fidelidad o peor aún, a la monogamia, no dejaba de ser un romántico.
Un enamorado del amor que buscaba, más allá de acostarse con cuanto pendejito calentón se le pusiera en frente, medio agachado, tan solo ser parte de esas miradas achinaditas que suelen regalarse unos a otros, los que se miran y se comparten el alma a diario.

Porque era así de retorcido, aunque fueran esos sentimientos los que con el tiempo lo harían legendario...

Yo que lo conocí y que incluso caí enamorado, todavía me cuelgo a pensar a veces, si es que fue por no haberlo dejado entrar en mi cama todos estos años, que le terminé ganando.
Y quedándomelo.
CS.

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