10 de junio de 2013

Mío

Era propio de una belleza descomunal. El punto justo y exacto de los suspiros de cualquier género, por donde lo mirases.
Su pelo que llegaba hasta el final de su nuca, tenía la voluptuosidad perfecta para perder los dedos en él. Sus ojos, dueños de la profundidad más intensa que nadie pudo jamás creer, te clavaban la mirada y poco podían hacer por no derretirte. Su carne era tan dura que ni los pliegues de la ropa podían dejarle una marca a su piel y sus manos eran la cuna de oro de cualquier par de hombros que se animasen a acurrucarse allí.
Su pecho le contaba con potentes latidos los secretos más dulces a cualquier mejilla, su cintura sabía como pedir abrazos. Su cadera era perfecta compañía para dormir allí todo un día y sus piernas eran la extensión misma del paraíso.
Su boca era arma de guerra y sus besos, las estrategias. Sus sonrisas eran la magia que hasta verlas no había conocido. Sus lágrimas eran las poesías que jamás leí.

Y era mío.
Y creo que esa es la razón más valedera, para que me creas cada palabra que digo.

CS.

1 comentario :

  1. Me encanta leer cuando de forma catártica, podes transmitir todo el amor que tenías adentro.

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