Brisas en soledad

Tantos veranos pasamos juntos que ya casi no recordaba como era ésto de escribir solo bajo el árbol del campito de la esquina. No recuerdo siquiera ese único verano en el que no estuvimos juntos.

Yo siempre escribiendo o leyendo, vos siempre escuchándome y durmiéndote. También alentándome a hacer cosas más divertidas.

Pero siempre juntos.

Hoy estás lejos, como nunca. Las responsabilidades de la adultez te llevaron a otras tierras, quizá mucho más lindas que éstas que conocemos como la palma de nuestras manos. Quizás no.

Lo que sé es que te estoy extrañando horrores, hasta las vacaciones que tanto deseé todo el año se me están volviendo una tortura, una espera. No sé que espero, sabiendo que no tenés fecha de vuelta.

Acordamos terminar para no sufrir, acordamos no llamar para no llorar, acordamos no escribirnos para no añorar. Pero aún así todos esos acuerdos no impiden que el hueco de mi alma se agrande conforme pasan los días.

Y es por eso que, como habitúo a hacer con cada situación tortuosa o feliz de mi vida, escribo para liberarme un poco. No sé aún si te enviaré esto que estoy escribiendo, no sé si al terminarlo, lo leeré y lo desecharé como acostumbro.

No sé tantas cosas.

Sé que aún te amo y que la distancia, es el enemigo más grande al cual me enfrenté en toda mi vida.

Sé que te voy a amar toda la vida y quiero que, si me decido a hacerte llegar estas palabras, eso esté bien claro.

Esta brisa estival y caliente que tantas veces compartimos me está diciendo que debo avanzar, que debo soltarte. No dejar de amarte, pero si, no acostumbrarme a la soledad.

"Donde quiera que estés, yo estaré contigo. Aunque parte de tí, nunca se ha ido."

CS.